27 de agosto de 2020

 

Información No. 178

 

Advierte el creador que la intensidad de algunas cosas puestas con cierta intención en la escena, cobra una relevancia inusitada y adquieren vida propia, señala en la sesión de Hablando de la Escena de CONARTE

 

Monterrey, Nuevo León. Enseres domésticos, en algunos casos, residuos de alguna obra de construcción en otros, bidones de agua que cumplen una función específica, objetos, cosas al fin, pueden detonar y se ponen a “dialogar” con la trama, afirmó esta tarde el director de escena Jorge Vargas.

 

“Los objetos cobran vida y otra dimensión en la escena”, manifestó el creativo del teatro en su conferencia Objetos intensamente vivos, que ofreció en el programa Hablando de la escena, transmitido por CONARTE a través de la plataforma ZOOM.

 

“Los objetos intensamente vivos son aquellos que han sido intervenidos en los procesos artísticos, son objetos que vienen de la realidad y que los trasformamos en la escena”, señaló.

 

“Y son objetos que, sin modificar, ni trasformar de manera definitiva su forma y su función han sido intervenidos y han devenido en piezas artísticas, en el contexto de la relación de esos objetos con la escena”.

 

El programa Hablando de la Escena de CONARTE es una serie de conferencias impartidas por personalidades del mundo de la danza, del teatro y la música, transmitidas vía ZOOM.

 

“A la relación de los objetos con la escena, a estos objetos los llamamos intensamente vivos, pensando que la intensidad de este objeto proviene de la vida del objeto o de aquello que se ha adherido a su materia”, indicó el destacado teatrista.

 

“Es importante para nosotros decir que eso es una investigación constante, lo hemos experimentado en muchas de nuestras obras; nosotros pensamos los objetos como crudos y cosidos.

 

“El objeto crudo es el que ha sido traído al campo de lo artístico, respetando su naturaleza original, sin modificación, sin trasformación de su materia; tenemos muchos ejemplos de ellos en el arte. Y los cosidos son aquellos cuya materia se ha transformado completamente y ya es irreconocible; pensemos en la pintura que está hecha de diversas materias: de tierra y pigmentos y al final esa materia ha sido convertida en otra cosa”, explicó.

 

La obra Amarillo

 

En su disertación ante los invitados a la sesión, Vargas expuso su experiencia en algunas de las obras en las que ha participado.

 

Amarillo es una pieza que hicimos sobre la migración y la muerte de los migrantes en el desierto en una época que tenía mucha relevancia, porque en algunos años  habían muerto 6 mil migrantes intentado cruzar el desierto; esa estadística nos pareció brutal y más terrible fue en los años posteriores”, indicó Vargas.

 

“Los objetos que aparecen en la escena son básicamente un bidón de agua, unos tenis, una linterna y una mochila, que son los objetos que utilizan los migrantes para cruzar el desierto; le llaman el kit del migrante, pero lo que es importante notar es que son objetos de producción industrial, mercancías de fabricación masiva, de naturaleza utilitaria y que están regularmente fuera del circuito de la estética o de la mirada artística.

 

“Y eso nos llamó mucho la atención, la posibilidad de que a partir de esos objetos realizar un trabajo de laboratorio, de puesta en escena, donde podamos crear una trasformación de esos objetos”, señaló.

 

“En Amarillo, en el escenario hay algo que parece una instalación de objetos, son cerca de 80 bidones de agua que utilizan los migrantes para cruzar el desierto, y la forma de reproducción y el tratamiento que nosotros le damos, sin alterar el objeto, lo convertimos en un objeto intensamente vivo”.

 

“En la escena hacemos relaciones de objetos muy simples, como poner una linterna sobre el objeto y este adquiere otra dimensión, se le crea una especie de aura y ese objeto adquiere un valor estético. Bajo la luz de una linterna podemos crear un paisaje de objetos que sugieren otras realidades, da la sensación de estar en un cementerio y esos bidones son el paisaje del delirio de un migrante”.

 

Pequeños Territorios en Reconstrucción.

 

“Estábamos interesados en estos eventos donde habían cientos contextos de violencia y surgen experiencias de vida, y encontramos una historia de un grupo de mujeres en Colombia que habían sido desplazadas por la guerra de sus lugares de origen.

 

“Una abogada especializada en derechos humanos se da cuenta de esta realidad y reúne a un grupo de mujeres y las organiza y deciden demandar al estado del Colombia, para la restitución y el desagravio de sus casas”, describió Vargas.

 

Ella las convence, citó, de encontrar un lugar donde vivir y por gestiones consiguen una subvención del extranjero y compran una máquina para la fabricación de bloques de concreto y durante varios años estas mujeres se dedican a construir sus casas con la ayuda de algunos de sus maridos, pues muchos de ellos habían sido las primeras víctimas de violencia y despojo de tierras.

 

“Nosotros decidimos ir a conocerlas y cuando regresamos estábamos ciertos que había que trabajar la narración de esa historia a partir de un objeto fundacional que era el bloque de cemento, que inicia toda una experiencia de reconstrucción de la vida de estas mujeres. “Son 98 casas que ellas construyeron y en escena colocamos 98 bloques de cemento que corresponden a cada casa que se construyó; las actrices van colocando en la escena los bloques y se trasforma el paisaje. En ese escenario se ofrecen relatos de las mujeres y sus reflexiones en torno a la violencia en Colombia, con referencia a la situación que se vive también en nuestro país”, apuntó el artista.