18 de octubre de 2020
Información No. 222
Gerónimo logra vencer todos los obstáculos que le impone difícil vida en la frontera, ello en la obra Un vaquero cruza la frontera… en silencio, durante la jornada final del XXX Encuentro Estatal de Teatro Nuevo León
La vida de un migrante es narrada en la puesta en escena, dirigida por Alberto Ontiveros y escrita por Diego Enrique Osorno
Monterrey, Nuevo León. – Una historia de determinación, arrojo y valentía del migrante sordo Gerónimo González Garza, que logra vencer todos los obstáculos que le impone difícil vida en la frontera, se narra en la obra Un vaquero cruza la frontera… en silencio, de Diego Enrique Osorno, que presentó la tarde de hoy con éxito la Compañía Gorguz Teatro, dentro del XXX Encuentro Estatal de Teatro Nuevo León, en el Teatro de las Artes.
Bajo la dirección de Alberto Ontiveros, la obra narra la vida de un sordo mojado, tío de Diego Enrique Osorno, que logró su inclusión a la sociedad, gracias al apoyo de su familia que lo impulsó a crecer y forjar una tenacidad de hierro para abrirse paso en los Estados Unidos, país que le permitió oportunidades que, en México, quizás nunca hubiera tenido.
Gerónimo no escucha ni va a escuchar nunca, cuando mira las cosas no tiene conciencia del sonido: es sordo profundo. Todo será para él una película muda. Van a tener que hablarle con las manos para que no se vuelva loco. Como mímica.
Debido a la sordera profunda, Gerónimo también es mudo. Todas las personas que nacen sordas no pueden hablar, porque no conocen, ni conocerán nunca el sonido: es algo que para ellos no existe.
En 1969, Gerónimo cruzó por primera vez la frontera junto con sus amigos Leobardo y Germán, a quienes conoció en un viaje a Guadalajara. Llegaron a Laredo en busca de trabajos de albañilería o de lo que fuera posible para unos muchachos sordos de dieciséis años. No encontraron tantas oportunidades y las pocas que había se las daban a migrantes mexicanos oyentes. Entonces se fueron de aventón a San Antonio, la ciudad más católica de Texas, mucho más poblada y a tan solo dos horas de distancia.
Empezaron a vender llaveros en el downtown. Semanas después, se toparon con un grupo de sordos texanos a los que no les agradaba la idea de tener competencia de vendedores mexicanos.
En 1971, los detuvieron y deportaron unas cuantas veces. Pero en ese tiempo era común que un mexicano fuera y viniera al otro lado sin tanto problema. No se hablaba de instalar muros, ni de rancheros armados para vigilar las rutas de los migrantes en busca de trabajo ni de hacer visas láser. La frontera entre México y Estados Unidos era un vasto y movedizo territorio de personas.
Gerónimo se había dado cuenta de que en Estados Unidos podía tener empleos que nunca tendría en México, y había visto que los sordos estadunidenses hacían cosas tan sencillas que por la discriminación parecían increíbles en México, como conducir un coche. Gerónimo era un migrante que no sólo buscaba salir de la pobreza. También le interesaba vivir.
Gerónimo solía conseguir trabajos como albañil, carpintero o tablajero. Gerónimo, Germán y Leobardo eran felices viajando. En sus andanzas se relacionaban, sobre todo con otros sordos, pero también conocían migrantes mexicanos oyentes, desplazados de Oaxaca, Puebla y Guerrero.
Pasaron diez años para que Gerónimo, Germán y Leobardo regularizaran su situación migratoria. A principios de los ochenta se beneficiaron de leyes especiales y dejaron de ser indocumentados en Estados Unidos, sombras fugitivas. Gerónimo adquirió la ciudadanía estadunidense después de que se casó con su actual esposa, Ana, a la que durante la gira hippie conoció en Atlanta en una fiesta celebrada en una discoteca exclusiva para sordos.
De lo que se dio cuenta Gerónimo durante aquella vida nómada que duró casi todos los setenta, fue que era posible cambiar la vida, incluso la de un sordo no rico nacido en México. Cuando Gerónimo llegó al otro lado era un ilegal, pero eso era menos dramático que lo que le pasaba en México, donde la discriminación hacía que algunos lo consideraran un imbécil.
Es abril de 1991, Gerónimo ya no es nómada, se ha establecido en San Antonio, Texas, con sus dos hijos y su esposa Ana, aunque en este momento está en el corral del rancho de Los Ramones, entre vacas y becerros. Esa pequeña zona forma parte de una frontera más grande, integrada por ciudades y pueblos de Nuevo León, Coahuila y Tamaulipas. Estos estados viven una situación de violencia que también es una amenaza para la tranquilidad de Gerónimo y su familia.
El elenco de Un vaquero cruza la frontera… en silencio, está integrado por: Rosalba Eguía, Adriana Moreno, José Olivares, Salma Guzmán, Sara Anzúa, Analú Heredia y Emmanuel Pichardo Caballero.
La obra puede aún verse hoy en el siguiente enlace; la transmisión caduca a las 24 horas del estreno: