- Resuenan las voces de Violetta Ruiz, Jacobo Molina, Patricio S. Alejandro y Sofía Segovia, moderados por Ismael Cedeño, quienes abordan desde sus perspectivas el imaginario urbano en la literatura, en el XXX Encuentro Internacional de Escritores.
Monterrey, Nuevo León. – Las voces traídas al XXX Encuentro Internacional de Escritores, bajo el título de “Ciudad y memoria”, aún resuenan en Monterrey e invitan a tornar la mirada hacia la vida de la urbe con todas sus vicisitudes.
Los destacados autores Violetta Ruiz, Jacobo Molina, Patricio S. Alejandro y Sofía Segovia compartieron sus reflexiones sobre la compleja relación entre la memoria, la ciudad (con un enfoque particular en Monterrey) y el proceso creativo literario, con la moderación de Ismael Cedeño.
La mesa de diálogo ofreció una profunda mirada a Monterrey, un espacio de traición y resistencia donde la memoria del caminante y la narrativa literaria se oponen al olvido y a la transformación.
Los autores coincidieron en que la escritura es un acto de resistencia y una vía para recuperar la memoria colectiva y la identidad de una ciudad construida sobre la base de la migración y el fragmento.
Ruiz, a partir de su texto “Andar por los caminos”, abordó la ciudad como un ejercicio de “memoria transformada, distorsionada”. Al citar a Elizabeth Hardwick, propuso la distorsión como una estrategia para abordar una ciudad como Monterrey, donde el “flâneur” (paseante) Benjamin se vuelve en un simple “caminante” por la falta de infraestructura peatonal.
Destacó la contradicción de los nuevos espacios de consumo (el “mall” o centro comercial) que anulan la relación con la urbe y emulan ciudades artificiales, contrastando con la experiencia de caminar sin propósito.
Por su parte, Molina complementó la idea al describir la ciudad como un “archivo de conflictos, recuerdos y silencios”. La “ciudad literaria” surge como un testimonio de la memoria en tránsito, donde el escritor expone la paradoja de la urbe contemporánea: “el sitio emblema de la civilización” se revela como una “jungla disfrazada”.
Patricio S. Alejandro, en su escrito “La experiencia estética colectiva en los imaginarios urbanos del centro de Monterrey”, analizó la ciudad como una superposición de “capas” de tiempo y estéticas que no siempre dialogan.
Subrayó que la ciudad no es solo un soporte físico, sino un “territorio sensible” donde el paisaje urbano es “latente”. En Monterrey, esta sensación quedó intensamente marcada por la ola de violencia de 2010 a 2012, haciendo que los recorridos y la experiencia estética cambiaran con la memoria del miedo.
Argumentó que el habitante del centro camina entre dos ciudades: la que existió, la más tradicional y la que emerge en la actualidad con la edificación de torres de departamentos, generando “fronteras” estéticas y afectivas.
Expuso que hablar de la estética urbana es hablar de tensiones: entre la topofilia y la topofobia, y entre lo que la ciudad fue y lo que pretende ser, con la gentrificación intensificando esta estética estratificada.
Segovia centró la mesa de diálogo en el tema de la migración: “En todas mis novelas yo hablo de manera directa o indirecta de la migración y la migración parece ser que siempre alguien más, pero hay que recordar que esta ciudad se llenó de migrantes, de exiliados, muchas veces, todavía 115 años después de la Revolución”, mencionó.
Señaló que Monterrey es “supercampeón” del olvido, en parte porque “no aparece en los libros de historia”. Esta falta de registro histórico oficial lleva a la creencia errónea de que la ciudad siempre fue inmune a la violencia, olvidando el miedo y la migración de 1910.
Hizo un llamado a reconocer que la mayoría de los regiomontanos son migrantes o descendientes de migrantes (campesinos) que llegaron tras la Revolución y la Reforma Agraria, obligados a “reinventarse” y crear una ciudad nueva, lo que implicó perder “identidad, memoria, raíz”.
La autora de “El Murmullo de las Abejas” argumentó que la literatura tiene el propósito de recuperar esta memoria incómoda, revelando por qué la realidad de Monterrey no encaja en el “paquetito” de la historia oficial. La ciudad se enriqueció con la migración, pero no contó a sus hijos la verdad de su origen.
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